No lloro por ella, lloro por mí es la historia de una añoranza silenciosa. Fermín Miranda, su narrador y protagonista, siente que toda su vida podría estar marcada por un único acontecimiento de su infancia, el duelo primigenio que precede y se refleja en todos los demás: un rescate a manos de su hermana y su madre, que es a la vez un desgarro que forja su identidad y le muestra sin contemplaciones cuál es su lugar de pertenencia. La ciudad de Corrientes que Fermín recorre ya no existe y quizá nunca existió del todo, pero es su medida del mundo, y el lugar en el que lo vivido se hace materia y se expone frente a sus ojos.

Abelenda nos presenta una meditación sobre el paso del tiempo: un hombre enfrentado a su propia vida, que no puede dejar de preguntarse si los recuerdos son realmente algo que poseemos y que da forma a nuestra existencia, o son aquello que irremediablemente hemos perdido, la prueba de que el pasado es irrecuperable.